miércoles, 31 de octubre de 2012

La tradición de Aristóteles y la teoría de las inteligencias múltiples.

por Carlos Anríquez


I              Una motivación personal.

Mi preocupación en este ensayo es el concepto de inteligencia. Se trata de un concepto en realidad equívoco, en tanto tiene varias interpretaciones o significados posibles. A la vez, hay algunos otros términos para significar las mismas cosas que queremos decir con la palabra “inteligencia”. No trataré de definir nuevamente el término: solo de abordar de manera muy breve dos enfoques de la inteligencia y encontrar algunas buenas razones por las cuales, en primer lugar, la inteligencia es un tema relevante para el educador, y luego, establecer algunos elementos que contribuyan a lo que podemos llamar una educación de la inteligencia en el ámbito escolar.

Se trata, por cierto, de un interés personal, y diría yo, vital o experiencial: el análisis de mi propia experiencia frente al tema me lleva a adoptar posiciones que, entiendo, pueden ser perfectamente cuestionables por una cierta subjetividad. Sin embargo asumo que en este tema, tan amplio, no está todo dicho y que la reflexión sobre las experiencias personales puede ayudarnos a avanzar hacia respuestas de validez mayor que las hoy existentes.

Mi motivación está definitivamente  enraizada en mis experiencias como portador del que hoy se conoce como “Sindrome de Déficit Atencional”, condición que me ha puesto en innumerables oportunidades frente a la necesidad de comprender porqué las, a veces, abismantes diferencias entre la predicción y el resultado en materia de conductas escolares, laborales e incluso afectivas. Algo pasa con quienes compartimos esta condición, que nos exige un esfuerzo por desarrollar consistentemente una respuesta a la pregunta ¿Por qué si soy efectivamente una persona inteligente, no tengo los resultados prácticos que se espera de una persona inteligente? Y, a todo esto, ¿Soy efectivamente una persona inteligente? ¿Qué hace que se produzca en mi entorno afectivo, por ejemplo, mis padres, una corriente de frustración en relación a los resultados escolares o laborales que obtengo? Qué hace que el esfuerzo realizado para comprender y resolver cierto ámbito de problemas me sea tan escasamente remunerativo ? ¿Por qué a otros parece resultarles tan facilmente este esfuerzo? Ciertamente, el estar acompañado por personajes tan ilustres como Einstein o Churchill no aminora la necesidad de reducir las inconsistencias observadas de manera aceptable y comprensible. La falta de respuestas y la permanente frustración se van transformando en autoimagen negativa y desesperanza aprendida, malas consejeras para emprender proyectos de vida desafiantes y realizables.

Sin embargo, la sorpresa es mayor cuando a pesar de las limitaciones escolares, en el ámbito personal y profesional, la vida no resulta tan dificil y se perciben desafíos alcanzables y soluciones satisfactorias a los problemas que se van presentando. Es decir, a pesar de las limitaciones que impone la condición antes señalada, me he encontrado con una batería de capacidades que me permiten desenvolverme con un resultado mejor que el predicho mirando solo el desempeño como estudiante. Más aun, las capacidades que me han permitido una realización profesional y personal son muchas veces aquellas que no son bien vistas en la educación formal, como por ejemplo, impulsividad y pensamiento lateral. Creo por lo tanto que, al menos en mi experiencia personal, la educación se quedó coja.

Esta misma conclusión puede obtenerse mirando el ámbito más grande que es la educación y la escuela, pero en la actualidad complicada por factores que unas décadas atrás no estaban presentes: una sociedad abierta, inundada de modelos alternativos de vida y desempeño, estimulada por la tecnología y las comunicaciones, enlazada a culturas diferentes y tolerante de subculturas diversas. Pero sobre todo, una sociedad que impone, para sentirse satisfecho como individuo, ostentar símbolos de consumo y posesión alienantes. Estos dos elementos implican alumnos con capacidades extraordinarias en ciertos ámbitos, por ejemplo, en la coordinación visomotora, conocimientos visuales que se imponen a los conocimientos verbales, abiertos a experimentar y, tristemente, muy solos en tanto individuos en formación, frente a las decisiones que deben tomar en sus situaciones del día a día.

En este medio nos encontramos con una educación basada fuertemente aún en modelos racionalistas y orientados a lo instruccional, incapacitada por lo tanto para abordar la polifacética realidad del estudiante actual. Esta situación es tanto más dramática en aquellos casos - que no son pocos - de estudiantes que presentan trastornos del aprendizaje y que se encuentran doblemente abandonados por el sistema educacional actual: como estudiantes y como portadores de una cierta condición diferenciadora en sus capacidades de aprendizaje. Cuando señalo esto, me refiero a la educación no en el plano de las declaraciones o los valores expresados verbalmente a la sociedad, sino en el plano de las prácticas educativas reales.



II            Los debates en torno a la inteligencia.

La mente, racionalidad o inteligencia, representa para nuestra cultura un elemento central de la vida individual y del progreso y la felicidad de que disfrute la sociedad. Y el concepto de inteligencia que predomina es aquel que la considera preferentemente como una destreza innata, dedicada a la comprensión racional de la realidad y al comando de la conducta del individuo. Personalmente veo la inteligencia como un proceso, lo que  implica una suposición clara y explícita respecto a su origen y naturaleza. Para explicitarla, será necesario partir resumiendo las posiciones. Sostengo, didácticamente, que son tres.

La primera asume la inteligencia como una estructura genéticamente instalada en el individuo. Se nace, se vive y se muere con ella. Los factores externos - ambiente - solo la modelan, le incentivan, la sensibilizan, pero no cambian sustancialmente la, por así llamarla, cantidad de inteligencia que ese individuo genéticamente posee. Esta visión se entronca con lo que Allport llama “la tradición leibniziana”, que supone que el hombre es un ser autoimpulsado en el proceso de aprendizaje y cambio. (Allport: 1963)

La segunda considera la inteligencia como un resultado de la acción y el estímulo del medio ambiente. (Allport:1963) Siguiendo la tradición de Locke, en cuanto que la mente del hombre es tabula rasa al momento de nacer, por cuanto no podría haber nada en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos. Los más fieles exponentes de esta posición son sin duda los conductistas, y entre ellos, Skinner. (Woolfolk: 1996) 

Una tercera posición, plantea la inteligencia es más bien una semilla que la naturaleza instala en el individuo, pero que la acción del medio ambiente se encarga de aumentar, desarrollar  o, lamentablemente también, reducir o destruir. (Calvin: 2001) El mismo Allport considera que la personalidad del individuo - y yo me permito extender su afirmación a la inteligencia - es un resultado dialéctico de la herencia y el medio.(Allport:1963)

Hay un segundo debate que se desarrolla en torno a la pregunta ¿qué es la inteligencia?, que se refiere a lo que podemos llamar los contenidos de la inteligencia, es decir por qué elementos está constituida. ¿Podemos afirmar que la inteligencia es solo una o más bien debemos considerarla como una colección o multiplicidad de habilidades o capacidades  que poseen los individuos? 

La tradición occidental nos ha formado en el concepto de que la inteligencia es una, y se refiere a una capacidad específica que tiene que ver con el pensamiento racional. Así, un individuo inteligente es aquel que es capaz de realizar cálculos acertadamente o bien, de expresarse de manera verbal en forma fluida y razonablemente articulada.(Woolfolk: 1996) Quizás lo más importante de esta posición es la condición directiva que asume la inteligencia respecto de la conducta del hombre, es decir, se trata de una capacidad que - por así decirlo - inunda o se entromete en los demás espacios de la mente, indicándoles qué debe hacer cada cual para llevar al individuo a su plena realización. Esta es la llamada inteligencia g o inteligencia general.

Desde el siglo XIX, esta posición “monista” de la inteligencia se ha visto reflejada en los teóricos y psicólogos de las organizaciones, y especialmente de la educación, que trabajan en torno a la medición de la inteligencia. Desde Binet  (Woolfolk: 1996) en adelante, la escuela del coeficiente de inteligencia (IQ, en inglés, Intelligence Quotient), ha sido el paradigma del conocimiento científico en psicología. Se ha construido una cultura del respeto al C.I. y por extensión, a quienes son capaces de establecer, se entiende que con certeza, su medida.

No resulta sorprendente la cercanía que este enfoque tiene con otro paradigma de la ciencia social, cual es el homo economicus de la economía, que promete también mediciones anticipadas tanto de la riqueza como del bienestar que ella proveerá, en tanto ambos paradigmas provienen de la cultura  de la sociedad industrial de los siglos XIX y XX.

Por su parte Gardner  (Gardner: 1995)  afirma de manera taxativa que las inteligencias son múltiples, y que además operan de manera relativamente autónomas una de otra. Junto a él, una serie de psicólogos e investigadores han planteado el concepto de inteligencia como una colección de capacidades, entre ellos, Sternberg  y Guilford   (Woolfolk: 1996) Antonio Damasio sostiene que la inteligencia es también emocional, esto es, se trata de una capacidad mediada o afirmada por una cierta sensibilidad que depende del funcionamiento cerebral, e incluso, corporal, a través de procesos neurológicos complejos. El deterioro de esta función que llamamos “las emociones”, por la alteración o daño de su base neuroanatómica, deteriora inevitablemente la capacidad de razonamiento de la persona. Dicho de otra manera,” el individuo que razona lo hace por una suerte de pasión por razonar”  (en los términos del propio Damasio), y por lo tanto, si esa pasión no está presente, la conducta del individuo será, al menos, poco práctica. (Damasio: 1996)

Hay una última cuestión que se debate en el ámbito de los estudiosos de la inteligencia, cual es su condición de fenómeno mental o corporal. Es decir, se pregunta si existe una entidad aprehensible por la ciencia,  que se denomina “mente”, en cierta forma heredera del concepto de alma, en la cual se desarrolla la inteligencia, o bien esta es un fenómeno radicado en procesos o estructuras corporales que han sido o deben ser identificados precisamente.

Tanto los conductistas, como Gardner y Damasio responden en esta última dirección. Las tendencias psicologistas y del C.I., creen en la existencia de la mente como un fenómeno científicamente comprensible, esto es reductible a un conjunto de leyes o principios de general validez y predictivos. Por ahora, esta discusión la dejaré de lado, ya que poco agrega y me concentraré en explicitar algunos conceptos de dos propuestas muy distantes en la historia, pero que permiten enriquecer la comprensión del fenómeno.

III           La tradición de la inteligencia racional forjada en el pensamiento de Aristóteles.

Diría que en Aristóteles se presenta una semilla del concepto de inteligencia racional imperante, y que tanto ha influido en la educación y sus paradigmas actuales. La inteligencia racional es el medio que permite al hombre, sabiamente utilizada, dirigirse hacia la felicidad.

Es la vida activa del ser dotado de razón lo que caracteriza al hombre”.Lo propio del hombre será el acto del alma conforme a la razón o, al menos, el acto del alma que no puede realizarse sin la razón” (Aristóteles: 1993) Y el hombre se mueve siempre en busca de la felicidad. Más bien, su actividad se dirige hacia lo que cada hombre considera la felicidad, cosa que no necesariamente es en sí la felicidad, ya que este es un término ambiguo y equívoco. En esta búsqueda, participa preeminentemente aquella parte del alma que está dotada de razón. En efecto, en el alma se distinguen dos partes: la una que está dotada de razón, y la otra, que está privada de ella. En la segunda se reconocen dos tipos de facultades: una vegetativa, propia de todos los seres vivos, que hace que el ser pueda alimentarse y desenvolverse, y otra instintiva, que en cierta forma participa de la razón en cuanto puede seguirla, obedecerla, aunque no necesariamente lo hace, ya que esta obediencia a las indicaciones de la razón, depende que se trate de un individuo virtuoso o intemperante. La parte racional del alma, está llamada a dirigir al hombre hacia el bien: en el hombre que sabe ser sobrio y dominarse, esta parte instintiva del alma obedece a la razón. Más aún, “más dócilmente se somete en el hombre sabio, porque en él no hay nada que no esté de acuerdo con la razón más ilustrada”.  La parte dotada de razón por tanto, es aquella que “invita sin cesar al hombre sobrio y al intemperante  al bien, por medio de los mejores consejos”. (Aristóteles:1993)

Esta misma racionalidad, hecha práctica intencionada, y con ello hecha virtud, debe acompañar a la ciencia a fin que ésta logre su propósito de demostrar los principios de las cosas que estudia. Es decir, la racionalidad, la razón es un medio determinante en el conocimiento y sin ella, no hay ciencia ni por lo tanto, comprensión ni dominio de los hechos que se estudian.

Si desarrollamos más este concepto, queda claro que Aristóteles consideraba la inteligencia como resultado de la práctica y la disciplina, dirigidos por la razón. Esta es, en realidad, la verdadera inteligencia, ya que comprende e indica al hombre el camino virtuoso para llegar a la felicidad. Este enfoque más bien normativo planteado en la “Moral, a Nicómaco” es un punto de vista útil a la educación, en tanto plantea un cierto paradigma respecto de la formación del carácter para el apropiado uso de la inteligencia.

ÍV           La Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner.

La primera afirmación de Gardner es que no hay una, sino varias inteligencias. Estas son capacidades o habilidades prácticas, es decir, orientadas a la resolución de problemas, entre las cuales está presente el razonamiento lógico-matemático, pero no en cuanto condición directiva de la conducta y las decisiones que el individuo adopta en lo íntimo de su conciencia de la realidad. Una cierta racionalidad simbólica es inherente al concepto de inteligencia, pero en este caso, se trata de una condición o característica de toda capacidad que denominamos inteligencia.

Más allá de la sociedad y la cultura en la que se desenvuelvan, todo individuo posee varias habilidades o capacidades para resolver los problemas que deben ser resueltos para facilitar el desarrollo y crecimiento de la sociedad. Así, estas habilidades de resolución de problemas son las llamadas inteligencias y no se limitan solo a la capacidad de razonamiento lógico-matemático o lingüístico, sino que abarca actividades como la expresión corporal, la interacción social, el estudio de la naturaleza, la introspección, conformando un conjunto de inteligencias que tienen por así decirlo, sustento por sí mismas, al margen de las capacidades de razonamiento o expresión del individuo

Por otra parte, son sistemas comprensibles desde la perspectiva simbólica, son en sí mismos sistemas susceptibles de ser codificados para abstrarse y transmitirse: son en  definitiva, fenómenos individuales, pero de una poderosa raiz cultural. El individuo se reconoce en su individualidad a través de las relaciones simbólicas y acciones inteligentes en los ámbitos diversos que confronta su vida, incluso aquel más íntimo del conocimiento de sí mismo. Sin embargo, la forma que estas inteligencias asumen depende fuertemente del objeto al que se dirigen, no solo ni tanto de las condicionantes biológicas o corporales que las elaboran.

Gardner propone hasta ahora 8 ó 9 inteligencias: lógico-matemática, lingüística, cenestésico-corporal, musical, espacial, social o interpersonal e intrapersonal. Luego de su primera obra, Gardner propuso las inteligencias existencial y naturalista. (Gardner: 1995)

La segunda afirmación es que estas inteligencias operan de manera paralela o relativamente autónoma en los individuos: pueden por lo tanto desarrollarse por carriles diferentes y presentarse separadamente. Una situación de desmedro o disminución de una de estas capacidades no afecta ni reduce la presencia de las otras: las inteligencias son múltiples no solo porque se presentan como una variedad de capacidades diversas, sino porque no dependen necesariamente unas de otras para subsistir en el individuo.(Gardner:1995)

La tercera afirmación de Gardner es que las inteligencias tienen una raiz eminentemente neuro-biológica, esto es, se trata de fenómenos eminentemente ligados al desarrollo y estructura corporal del hombre como especie. Su sistema nervioso lo provee de un potencial de fuerte plasticidad, que el contacto cultural aprovecha y modela de modo funcional a su carácter (cultural) específico, pero que no por eso dejan de tener un soporte en estructuras especializadas del sistema nervioso y procesos complejos de producción de conductas. (Gardner:1995)

V             A modo de conclusión: inteligencia para la vida, el rol de educador.

Un educador es un formador, tiene en sus manos algo así como una materia prima, que no es en absoluto, el niño, el alumno. La materia prima son las condiciones o capacidades, los impulsos realizadores del alumno, que en realidad, es una persona, con la compleja y exigente condición de asumir la vida día a día.

Durante muchos años, se ha considerado  que estas disposiciones o condiciones - centrándome en la inteligencia y no explorando otras igualmente existentes - están estrechamente asociadas al desempeño escolar - el que predice también el desempeño en ciertos ámbitos de la vida, que son altamente valorados por nuestra cultura racionalista e industrial. Binet dió respuesta a una angustiosa pregunta del estado industrial moderno: ¿dónde es más relevante colocar los recursos dedicados a la educación?

Pero la experiencia nos enseña que el éxito escolar no está correlacionado con el desempeño feliz o sano en la vida. ¿Falta algo para que ese éxito vital se produzca? Nos damos cuenta que la sociedad, cada cultura, nos exige el desempeño eficaz de múltiples roles que , a su vez exigen capacidades que no se agotan en la mera racionalidad. Entonces, si asumimos que cada niño tiene una particular combinación de capacidades que puede desplegar en la vida productiva (no solo económica), la educación debe encontrar modos de trabajar que le permitan personalizar el proceso de enseñanza-aprendizaje, asumiendo las condiciones específicas que esa persona, el alumno, presenta para desempeñarse en la vida.

¿Desplaza este concepto, más vivaz y comprensivo las ideas de Aristóteles?

Es probable que la visión unilineal y racionalista de Aristóteles sea muy complementaria con esta otra multivariada, procesal y cultural que nos presenta Gardner. Por cierto hay áreas de conflicto que deben aun ser resueltos conceptualmente, pero hay otras que se deben mirar aún con respeto: particularmente aquellas que se refieren a la virtud, que bien visto resulta un factor relevante en el crecimiento de la inteligencia.

Nuestra tradición cultural está siendo superada, debe abrirse de mejor modo a la diversidad, pero la base ética que nos dice que la virtud, la vida apuntada a un fin trascendente, la vitalidad que emana de la exigencia constante y la búsqueda de la perfección no ha sido, ni será superada como guía de la acción para el educador.  En eso, Aristóteles sigue presente y vigente.

 Bibliografía


  1. Allport, Gordon W. “Desarrollo y Cambio”, PAIDOS, Buenos Aires, 1963.
  2. Aristóteles, “Moral, a Nicómaco”, (Libro Primero, Capítulo IV) Espasa-Calpe, S.A., Madrid. 1993
  3. Woolfolk, Anita E., “Psicología Educativa”, Prentice Hall, México, 6ª ed. , 1996
  4. Calvin, William C., “Cómo piensan los cerebros” Editorial Debate, Madrid, 2001, 1ª ed. español.
  5. Gardner, Howard, “ Estructuras de la Mente. La teoría de las inteligencias múltiples” FCE, México, 2 ed. español, 1995
  6. Damasio, Antonio R., “El error de Descartes. La razón de las emociones” Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1ª ed. español, 1996



Santiago, 23 de Junio de 2001

miércoles, 12 de octubre de 2011

La gratuidad en educación: los argumentos de Peña y Paulsen en perspectiva.

Carlos Peña en su columna dominical en El Mercurio analiza la propuesta del movimiento estudiantil de otorgar gratuidad a todos los estudiantes universitarios del país, esto basado en dos argumentos: acceso universal e integración de estudiantes de distintos orígenes en los establecimientos de educación superior.

Pero esta propuesta presenta tantas debilidades que resulta insostenible desde el punto de vista de la justicia y de la integración.

En primer lugar, Peña concluye que dejar a los ricos igual y subsidiar a los pobres hace que la brecha entre ambos sea más estrecha que si les da a ambos lo mismo. Luego, es mejor dar más a los que no tienen, que dar lo mismo a los que tienen y a los que no tienen.

En segundo lugar, analiza el tema tributario, preguntándose si cambia lo anterior si se financiara la educación gravando con mayores impuestos a los más ricos. Pero el problema se mantiene igual: con prescindencia de la fuente de los recursos, se reduce más la desigualdad si se subsidia sólo a los que no tienen que si se da por igual a los que tienen y a los que no. En otras palabras, aunque los más ricos pagaran más impuestos (y parece razonable que lo hagan) no sería justo darles también a ellos educación gratuita.

En tercer lugar, está la idea de la integración. La propuesta de los estudiantes dice que un buen sistema público y gratuito de educación superior integraría a ricos y pobres en las mismas instituciones y ataría la suerte de unos a la de los otros. Pero aquí surge otra realidad aplastante: lo probable es que los cupos más valiosos se asignen a los que tienen más rendimiento y este se correlaciona con el ingreso. De modo que también si la educación fuese gratis y pública, los más ricos asistirían a las instituciones más prestigiosas y los más pobres en las menos selectivas. O sea, señala “ocurriría lo mismo que hoy, pero gratis.”

Finalmente hace luz sobre el hecho de que hay otras soluciones a ambos problemas, como por ejemplo una “ley de cuotas” o programas de discriminación positiva por los que las universidades más selectivas deberían matricular a estudiantes de sectores históricamente excluidos, ampliando la formación de élites y rompiendo el círculo vicioso de la educación hereditaria que hoy impera en nuestro país.

Fernando Paulsen, en una apasionada defensa de la gratuidad en el programa Tolerancia Cero, parte porun modelo histórico, el Chile de hace 30 años atrás y dos afirmaciones: el rechazo a la gratuidad es falaz y la educación (entendemos que superior) es un bien público. Siendo así, la educación un bien público, similar a la seguridad ciudadana por ejemplo, debería distribuirse gratuitamente entre todos los ciudadanos por igual. El fundamento financiero que Paulsen atribuye a esta medida es el hecho de que “el rico”, por sus niveles de gasto – y suponemos que pagan más tributos – contribuyen mucho más a los ingresos fiscales. Además son pocos, unas 10.000 a 15.000 personas, de modo que el mayor gasto por gratuidad sería escaso y estaría financiado por los impuestos que ellos pagan. La gratuidad dice “es la única forma de corregir una serie de desequilibrios de cuna gigantescos”. Insiste en fiscalizar el pago de impuestos de los más ricos y eventualmente una reforma tributaria que aumente su contribución. Dice no entender dónde está el hecho de que los más pobres financian a los más ricos. Eso es lo que vamos a aclarar ahora.

El ejemplo de partida de Paulsen es una muy mala comparación: al señalar que hace 30 años la educación superior era gratuita, olvida que los estudiantes de educación superior eran el 2,5 % de la población, todos de los estratos de ingresos más altos de la sociedad. Mientras tanto, los más pobres tenían 5 ó 6 años de educación básica y la deserción antes de 4° Básico superaba el 50%. El 2,5% de la población que llegaba a la Universidad y ya que las Universidades del Estado eran totalmente financiadas desde elpresupuesto nacional,era financiado por ingresos tributarios indirectos que son por definición regresivos, y que alcanzaban al 60%, mientras los impuestos directos aportaban un 24% de los ingresos, pero con tasas de elusión y evasión tan altas que tambien los transformaban en cargas regresivas para los contribuyentes. Lo que hace Paulsen es poner como ejemplo un país en el que la clase media era subsidiada además de la educación, en la vivienda, la salud, y la previsión social. Su argumento entonces es pésimo, porque está hablando de una sociedad brutalmente desigual y llena de miseria y donde además, los más pobres contribuían, pagando impuestos indirectos, proporcionalmente mucho más de los más ricos a financiar el Estado y los subsidios. Hay que mirar someramente el financiamiento fiscal hoy día para darse cuenta que aunque no estamos ante la misma situación de los 60 y 70, los impuestos indirectos, principalmente el IVA, constituyen en 50% de los ingresos tributarios. O sea, sigue siendo un sistema tributario regresivo y eso continuará haciendo que los pobres financien a los más pudientes. Estos no son las 5 familias, como afirma Paulsen de manera bastante banal. Son las familias del 4° y el 5° quintiles de ingresos del país. Aun cuando se pueda estar de acuerdo en que se apliquen aranceles diferenciados o un subsidio menor al cuarto quintil, el hecho crudo es que si se subsidia a todos por igual, caeremos en una inaceptable trampa de inequidad.

Por otra parte, siempre hay asignación alternativa de recursos y no hay que olvidar que en Chile queda un 15% de pobres, que requieren educación básica y media de calidad, no educación superior. Dentro del presupuesto de educación, optar por asignar recursos a la educación básica y media para los pobres, de buena calidad y gratuita, resuelve una injusticia que nos avergüenza como chilenos. Financiar la totalidad de los estudios superiores a todas las familias es desde este punto de vista, una medida regresiva. Entendiendo que hay que canalizar subsidios a la clase media, es necesario recordar que los más pobres no tienen redes de apoyo ni gastan tiempo en seguir redes sociales, no tienen salud decente, carecen de seguridad social y viven en sectores que carecen de apropiados servicios comunitarios. Cuando se deja de lado financiar a los pobres por financiar a los que tienen más recursos, lo que se hace es que los pobres, al no recibir los servicios de que carecen, contribuyan a financiar la gratuidad para los estratos de más ingresos. Pero además, ellos no van a la Universidad, de modo que no recibirán tampoco subsidios por ese lado. Paulsen lo que hace es hilar una sucesión de medias verdades e inexactitudes históricas que no logran desmentir el argumento de Carlos Peña: la gratuidad para todos en la educación superior, es una política pública regresiva.

jueves, 6 de octubre de 2011

Macrotendencias en la educación chilena en los próximos años.


No hay duda que la educación chilena producto del movimiento encabezado por los estudiantes de la educación superior principalmente, ha copado el espacio público, las discusiones a nivel de opinión pública, ha inspirado cientos de miles de mensajes en las redes sociales, pero sobre todo, cambiará los niveles básico, medio y superior, de manera importante en los años que vienen. No es probable que los conflictos se terminen con los acuerdos a los que puedan llegar estudiantes y gobierno, pero los que se produzcan en lo sucesivo tendrán dos focos: exigir el cumplimiento y resolver areas grises que inevitablemente quedan en la solución de estos conflictos.
Desde la perspectiva de hoy, es posible avizorar algunas lineas de desarrollo de los distintos actores y componentes del sector educacional chileno en los próximos años. Eso es lo que haré en las próximas lineas, centrandome en la educación básica y media.
1 Influencia estudiantil. En lo sucesivo, será imposible tomar decisiones de política en educación sin tomar en cuenta a los estudiantes, especialmente en la educación superior. Sin embargo los estudiantes tendrán dos restricciones en su accionar: su división interna y el cansancio con que ellos y la sociedad chilena culminarán el proceso que iniciaron en Mayo de este año.
Sabemos que el así llamado "movimiento estudiantil" no es un bloque unificado y monolítico. Si se ha mantenido así durante este proceso, se debe a la habilidad del liderazgo, incluidos los líderes intermedios, para evitar los quiebres propios de la diversidad ideológica que se observa en elllos. La presencia de una líder tan carismática como Camila Vallejos y un dirigente tan hábil como Giorgio Jackson podrían ser solo fenómenos puntuales si el espíritu de lograr posiciones comunes deja paso a los conflictos internos por ganar el liderazgo del movimiento.
Desde fuera, es posible observar 4 grupos bien diferenciados: los seguidores del PC, la izquierda moderada, la izquierda radicalizada y la derecha. Los restos universitarios de la Concertación tendrán que buscar alianzas especialmente con las dos primeras tendencias para lograr algún grado de participación en la conducción: la Concertación sola no tiene destino en ese espacio.
Por otra parte, es muy poco probable que la sociedad chilena esté dispuesta a que se vuelva a producir un proceso como el que vivimos este año. Ahora, cualquiera que sea el resultado de las negociaciones Movimiento Estudiantil - Gobierno, los padres querrán que sus hijos continuen sus estudios, probablemente perciban algunos cambios en la carga financiera que les significa educar a sus hijos, y tomarán en cuenta las medidas de control de la calidad educativa que implemente el Gobierno. Quizás puedan apoyar paros o movilizaciones puntuales para exigir mayor cumplimiento al Gobierno, pero no más que eso.
En este contexto, al movimiento estudiantil le tomará algunos años para rehacerse y volver a disfrutar del poder del que hoy goza, por cierto sin dejar de tener influencia importante en las políticas educacionales.
2 En el sector privado, se producirá con toda seguridad, un brusco frenazo en los proyectos de inversión, particularmente en el subsector de establecimientos con fines de lucro y se observará un compás de espera por lo menos hasta las próximas presidenciales. Esto no le producirá ningún daño al sistema educacional chileno, que ya logró la cobertura practicamente total y el desafío que hoy tiene es de calidad más que de cantidad. En ese ámbito, el lucro no tiene impacto relevante. Más bien será el primer paso de un proceso que mencionaré más tarde, tendiente al surgimiento de megacorporaciones y a la concentración del sector privado educacional.
3 El sector privado con fines de lucro está claramente dividido entre sostenedores que administran un solo establecimiento y cadenas que abarcan un número variable de establecimientos escolares y extienden sus redes hacia otros niveles educacionales y hacia industrias conexas. Lo que se verá en los próximos años será la transformación de los grandes sostenedores en corporaciones sin fines de lucro, desarrollando procedimientos siempre legales para realizar los retiros de excedentes. En cuanto a los pequeños sostenedores, si en definitiva, como es lo más probable, se aprueba una ley que prohiba el financiamiento público a los sostenedores con fines de lucro, su suerte dependerá del modelo institucional que se incorpore para la transición. Hay algo claro: si el modelo es el de fundaciones o corporaciones, se producirá un cierre masivo de establecimientos y, por otra parte, una absorción de otra cantidad por las corporaciones mencionadas anteriormente. Si este proceso no se aborda seria y eficientemente, al margen de ideologismos paralizantes, efectivamente se va a producir un problema grave en la educación chilena. Un hecho que no se ha visto detrás de la crítica al lucro, es que en Chile se ha formado una clase de pequeños y medianos empresarios educacionales que han generado un espacio no menor en el sistema y atienden a una cantidad de estudiantes imposible de soslayar con discursos. Sin embargo, existen opciones para a la vez permitir que los educadores por vocación y emprendedores sociales puedan contar con uno o más modelos institucionales con los cuales organizar sus establecimientos de manera a la v ez eficiente y con calidad educativa. El problema es que mientras para el sector público se inventan todo tipo de modelos institucionales, para el sector privado las únicas opciones que quedan a la mano son las corporaciones y fundaciones sin fines de lucro, cuya personalidad jurídica se tramita a través del Ministerio de Justicia en plazos absurdamente largos. Los pequeños sostenedores no van a estar en condiciones de asumir el costo que estos plazos implican.
4 En el sector público el nucleo del conflicto se trasladará a dos temas: el modelo de gestión y el nivel de financiamiento. En cuanto al primero, hay ya modelos propuestos. Mencionemos algunos: el primero y más elaborado es la reabsorción de los establecimientos por el Ministerio de Educación con una administración provincial desconcentrada (Modelo Colegio de Profesores); la creación de una constelación de corporaciones de derecho público que administren los actuales establecimientos municipalizados (Modelo Proyecto de Ley de Fortalecimiento de la Educación Pública del Gobierno de Bachelet); la creación de corporaciones polimunicipales, dirigidas por los alcaldes y el Mineduc, que administren los establecimientos de las municipalidades en las que se logren bajos resultados; la creación de una red de servicios regionales o subregionales de educación, similares a los servicios de salud, que se hagan cargo de los establecimientos de un territorio determinado (Modelos mencionados por el actual gobierno) y una gran corporación de derecho público que administre todos los establecimientos actualmente municipalizados. (Modelo Eugenio Tironi). No es el momento de profundizar el análisis, lo haré después, pero cada modelo tiene sus propias debilidades y ninguno augura una gestión eficiente del sector. Dentro del modelo de gestión está situado el estatuto jurídico y la gestión del profesorado, tema que seguirá dándole dolores de cabeza a cualquier gobierno que sea.
5 El tema del financiamiento, aun con las mejores intenciones del nivel político, será un problema cuya solución no será nada de fácil. Por cierto, es altamente improbable que la consigna de "educación gratuita para todos" se haga realidad, tanto por las mirada ideológica con que se analiza esto no solo desde el gobierno, sino desde muchas otras instituciones. La carga financiera para las familias será menor sin duda, pero deberán seguir aportando un porcentaje de sus ingresos para financiar los estudios de sus hijos o bien estos deberán endeudarse para ello. Se ha planteado que el gasto público llegue a los mismos niveles que tiene en los paises de la OCDE. Chile gasta US$2.700 por alumno en básica y casi US$2.600 por alumno en media. De este gasto, de acuerdo a datos de la OCDE, un 22% es privado y un 78% es público. Los países de la OCDE gastan US$7.150 por alumno en en básica y US$ 8.970 por alumno en media. Si se presiona por acercarse a niveles como esos, en un contexto de política fiscal que apunta a recuperar el equilibrio, es obvio que cualquiera que sea el gasto público, será insatisfactorio y una fuente interminable de conflictos con los estudiantes, las instituciones y los profesores.
6 En un plazo que no supera los 10 años, con o sin ley "antilucro", el sector educación particular subvencionado sufrirá un poderoso proceso de concentración. Poco a poco primero y más rapidamente después, desaparecerán los sostenedores de establecimiento único y surgirán corporaciones administradoras de grandes cantidades de establecimientos. No sería raro que el Ministerio y las agencias creadas recientemente deban enfrentarse con sostenedores de 50.000 o más alumnos, con un staff central fuerte, gestión gerencial eficiente y capacidad para relacionarse con los controles de calidad y la administración financiera muy eficaz. Es probable también que estas megacorporaciones logren elevar sostenidamente la calidad educativa de los establecimientos, con políticas de largo plazo elaboradas profesionalmente.
Estas son las tendencias que se avizoran antes de saber cuál será el resultado de las conversaciones estudiantes-gobierno. Pero son tendencias sólidas, que antes o después se concretarán. Ojalá que las enfrentemos con ciertos consensos básicos y con liderazgos proactivos.

sábado, 8 de enero de 2011

Nuestros valores y la reforma educacional.



Ante el debate público y la tramitación parlamentaria del proyecto que el Gobierno  llama Ley de Calidad y Equidad de la Educación, creo que sería conveniente presentar un conjunto de ideas que orienten seriamente los valores matrices del humanismo cristiano sobre el tema, con miras a que esta coyuntura se pueda transformar en una oportunidad para construir una mejor educación y un mejor país desde ella. Aquí solo hago un recuento de mis ideas personales, pero que creo son compartidas por muchos. 
  
 1)       El profesor, eje y actor principal de la educación: ninguna reforma resultará sin él.
  
Ninguna reforma educativa tendrá éxito si no considera al profesor como eje y primer actor del proceso educativo. Sin profesores no hay educación. Sin profesores motivados, respetados y preparados no hay educación de calidad. Denunciamos la vergonzosa omisión que el proyecto gubernamental presenta de esta base fundamental de la reforma. En tal proyecto no hay ninguna mención expresa y explícita a la centralidad del profesional de la educación, más bien su aspiración solo es fortalecer instancias que naturalmente están al servicio de la acción del profesor en el aula, como son el sostenedor y los directivos y muy poco o nada respecto de cómo se apoyará a los docentes que realizan la parte pesada del trabajo: el aula.
  
2)       Remuneración condigna a la trascendente función del profesor.

 La remuneración docente además de una retribución apropiada para los profesionales de la educación y el exigente trabajo que ellos desempeñan, debe ser un incentivo real para los profesores en ejercicio. La remuneración docente debe ajustarse a las condiciones del resto de los profesionales a mediano y largo plazo, lo que también significará un fuerte atractivo para los estudiantes que deciden su carrera futura.
  
Es doloroso decir que hasta ahora no ha habido voluntad política para elevar hasta un nivel competitivo la remuneración docente. Solicitamos a la directiva del Partido y a los parlamentarios que condicionen todo acuerdo sobre la reforma, a una obligatoria mejora de efecto inmediato de las remuneraciones de todos los profesores chilenos, para llevarlos nuevamente al sitial de respeto y prestigio que nunca debieron perder. Es imperativo resolver esta situación, porque si se sigue mal remunerando a los profesores, la educación en Chile seguirá siendo precaria y no es lo que queremos ni como profesores ni como padres. Esto conllevará ciertamente la necesidad de aumentar de manera importante el gasto público en educación.
  
3)       Carrera docente efectiva para una educación de calidad.
  
Los profesores en servicio deben tener la primera prioridad para ocupar cargos directivos y técnico-profesionales en los establecimientos educativos. El proyecto del gobierno destruye la carrera docente e instaura un régimen que derivará en compadrazgo, nepotismo y despojo político de las instituciones educacionales. Estimo que se debería exigir a todos los parlamentarios de la Concertación que esta propuesta sea rechazada de plano y reemplazada por un capítulo que asegure una carrera docente en la que primen la competencia, la formación y la antigüedad como factores para el ascenso y nombramiento, acompañados por incrementos efectivos de remuneraciones. También debería instarse a todos los profesores de Chile a exigir lo mismo a los parlamentarios de sus distritos y circunscripciones, de modo que no se imponga un modelo de gestión feudal privada en un servicio tan sensible como la educación pública.
  
4)       Evaluación docente única, seria, responsable y adecuada a la complejidad de la tarea del profesor.
  
Solo una evaluación docente que considere las complejidades propias de la profesión docente servirá a la calidad de la educación. Es posible introducir mejoras en la actualmente existente, pero es inaceptable introducir una que el gobierno llama “complementaria” que será sin duda usada para eliminar sin control ni respeto, a colegas aun cuando sean bien evaluados en la que el estatuto docente y su respectivo reglamento establecen.

 A diferencia de otros funcionarios del Estado, las calificaciones docentes deben ser un proceso que incluya factores didácticos, competencias en los contenidos y aplicación al aula, llevadas por una comisión externa al establecimiento.

 5)       Formación inicial de excelencia, centrada en la enseñanza del currículum en el aula,  para asegurar una educación de calidad hacia el futuro.
  
Los centros formadores deben cumplir altos estándares de formación académica y práctica y con estudiantes evaluados al momento del egreso con pruebas nacionales también altamente exigentes. Los centros que no logren pasar estas pruebas, deberían cerrar en un plazo razonable para permitir cumplir sus compromisos con los estudiantes bajo la supervisión del Consejo Nacional de Educación.
  
La propuesta del gobierno es pobre e insuficiente y se concentra solo en los incentivos económicos, modelo que sin duda alguna, introducirá elementos de conflicto al interior del equipo docente destruyendo las buenas relaciones interpersonales en los establecimientos. Esta propuesta constituye una grave distorsión a la justicia remunerativa es un retroceso en el intento de alinear las mejoras remunerativas  con la carrera docente.
  
6)       Una pedagogía que asegure las mejores condiciones de desempeño docente y que respete la diversidad en el aula.
  
En Chile hoy convivimos personas de los más diversos orígenes, culturas, creencias y condiciones y esta diversidad se refleja en el aula. Frente a esto, es imperativo realizar cambios en las relaciones técnicas del proceso docente, especialmente el tamaño de los cursos y las relaciones entre horas aula y horas de colaboración. Aparte de constituir una humanización la actividad del profesor, especialmente en los establecimientos con mayor riesgo, la reducción de los tamaños máximos de los cursos y el aumento   las horas de colaboración facilitará una educación más personalizada para los estudiantes. 
  
7)      Una política clara de apoyo a la familia.
  
Es responsabilidad del Estado proveer elementos de apoyo a las familias de los estudiantes, lo que es particularmente necesario en los sectores de riesgo y establecimientos municipales. La escuela tiene el desafío de reencantar a las familias para que estas participen de manera más cercana en la educación de sus hijos. Los profesores necesitamos un apoyo decidido en esta tarea.
  
8)      No al cierre de establecimientos.

 Hemos sido testigos de cierres y fusiones inconsultas de establecimientos educacionales en el sector municipalizado. Estas medidas no pueden ni justificarse ni menos ejecutarse si no ha habido un trabajo previo, focalizado en los establecimientos que tengan reducción significativa de matrícula, destinado a mejorar sus procesos educativos y captar matrícula. Las autoridades cuentan con varios recursos previos a esta drástica medida y es un imperativo ético y práctico aplicarlos antes de cerrar un establecimiento educativo.
  
9)      Exigimos ser escuchados.
  
Más allá de todas las legítimas diferencias que podamos tener en el debate interno, es imperativo que se preste atención a nuestras demandas y planteamientos, en un momento trascendente para la educación chilena: somos profesores, nos hemos jugado por nuestros alumnos y por nuestra Patria. Nuestra voz y pensamiento tienen valor.

 Santiago, Enero de 2010

martes, 5 de octubre de 2010

Todo tiempo pasado ¿fue mejor? (Una respuesta muy poco popular a la radical propuesta del senador Gómez.)


“me hubiera gustado claramente que los Presidentes de la Concertación, mis gobiernos, hubieran establecido una educación pública, gratuita y de calidad…”

Senador José Antonio Gómez  (a Tercera 25 de Mayo, 2010)

Formo parte de los muchos miles de profesionales chilenos formados en las décadas de los 60 y 70, a quienes los pobres de Chile nos financiaron y dieron gratuitamente nuestros estudios básicos, medios y universitarios. Obtuve mi Diplomado en Ciencias Políticas y Administrativas y mi título de Administrador Público, en la Universidad de Chile, con mi familia haciéndose cargo, con mucho esfuerzo, debo destacarlo, solo de los gastos básicos de mantención, salud (en parte, la otra estaba también subsidiada.), textos y otros bastante congruos.

Por lo que recuerdo, en mi escuela, Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad de Chile, el casi 100% de los alumnos éramos de aquellos que se califican como clases media y alta. Solo unos 5 ó 6 entre 500 se podían calificar como provenientes de familias pobres. Esto no era una excepción: toda la matrícula universitaria de la época presentaba la misma característica. Solo un 2% de los alumnos de todas las universidades chilenas (9 en ese momento) provenían de familias de menores recursos, cantidad compuesta por un 0,4% hijos de campesinos y el resto de pobres urbanos.

Recorrer Santiago, Valparaíso, Concepción y la mayor parte de las ciudades chilenas significaba encontrar un compacto cinturón de miseria agobiadora: las llamábamos “poblaciones callampas”, porque surgían de la noche a la mañana, construidas con cuanto elemento de desecho se podía encontrar: fonolas, tablas, cartón, género, ramas de árbol, de todo, para elevar una “vivienda” sin piso, sin ventanas, con techos tan precarios, que durante las lluvias los habitantes debían refugiarse todos, guaguas incluidas, en un sector donde no cayera agua y durante los veranos no podían impedir que ejércitos de moscas y otros vectores ingresaran con su carga de excrementos y desechos a infectar a los moradores, los alimentos y el agua habitualmente estancada en “lavatorios” dentro del recinto. Los espacios públicos no eran mejores: calles que virtualmente no existían y las existentes sin veredas, cercar de cursos de agua que rebalsaban en deshielos y lluvias anegándolos, infestados de ratones, excrementos de caballos y otros animales y que con dificultad eran saneados por los mismos habitantes y el Estado. Mientras tanto, las familias de clase media, tenían mecanismos altamente subsidiados para la adquisición de sus viviendas, acogidas también a exenciones tributarias importantes.

Recorrer el campo era una experiencia similar, con la única diferencia que al menos los inquilinos recibían como parte de su jornal, un plato de legumbres y una “tortilla” al día, lo que les daba una precaria continuidad en la alimentación, pero no les evitaba el resto de las muchas miserias que azotaban a los pobres en este país.

Entre 30 y 35 madres morían en el parto por cada 10.000 nacidos vivos, 40 niños de cada 1.000 nacidos vivos morían antes de las 24 horas de vida y en total 120 habrían fallecido antes del año de vida, como efecto de las malas condiciones de vida, la falta de atención de salud o simplemente el abandono.

La educación no andaba mejor. La cobertura estaba bajo el 90% y la deserción a los 4 años era superior al 40% de los alumnos, por cierto todos ellos provenientes de estratos pobres. Mientras tanto, la matrícula universitaria de pregrado aumentó entre 1960 y 1973 desde 25.000 a 150.000 alumnos. Los mayores aumentos los hicieron las universidades estatales, aunque la proporción de alumnos de los segmentos de menores ingresos en la educación superior se mantuvo exactamente igual que las tasas históricas. Estos esfuerzos eran financiados con recursos estatales de origen fundamentalmente tributario que se obtenían en un 60 % de impuestos indirectos, que son fundamentalmente regresivos, mientras que los impuestos directos aportaban un 24% de los ingresos, pero con tasas de evasión y elusión enormes, lo que también los transformaba en cargas regresivas para los contribuyentes.

En ese esquema, por cierto, para quienes teníamos la suerte de pertenecer a la “clase media”, era el mejor de los mundos: estudios gratis, vivienda subsidiada, salud subsidiada y así, vivíamos en un mundo de “subsidios cruzados” como dicen los expertos, pero que en castellano, eran regresivos y ferozmente inequitativos.

Personalmente, cuando leo o escucho las propuestas de “estatizar” la educación pública (que está administrada en este momento por el estado, ya que las municipalidades son también estado, cosa que incluso algunos senadores desconocen,) me interesa ver qué es lo que pasa con el financiamiento de esta propuesta. ¿No estaremos, me pregunto, volviendo a aquellos felices años mesocráticos, en que los que tenían más recursos pulpeaban de lo lindo a los más pobres?

Si revisamos la estructura de ingresos fiscales del período 2000 – 2008, vemos que el IVA aporta el 50%, mientras que el resto de los ingresos tributarios provinieron de impuesto a la renta y otros. Nuevamente, aunque menos aguda, la inequidad en las cargas tributarias se hace presente y los más pobres siguen financiando los subsidios de ellos y de los más “pudientes”. Por todas estas consideraciones pienso, al revés que el Senador Gómez, que afortunadamente para los más pobres su “solución” no se aplicó.

Pero no faltarán los que sigan impulsando la misma idea bajo la falsa etiqueta de “progresismo”, de traspasar solapadamente los subsidios de los más pobres a los más ricos. Como ya dije antes, mi educación y formación profesional se la debo a los millones de pobres que en esos tiempos pagaban sus impuestos si o si, para financiar los subsidios a la clase media. He intentado que mi desempeño profesional me permita devolver la mano en alguna medida, aunque siempre con una sensación de insuficiencia. Hoy día, otra forma de devolverla es negarme firmemente a aceptar que le sigan pulpeando recursos a los más pobres para financiar subsidios a los más ricos.